Relato 2

30.05.2020

Relato 2

Por: Huitaca.m

 Lo conocí en la oficina. Nunca habíamos cruzado palabras, pero siempre que coincidimos en los corredores nos saludábamos con la mirada. Poco a poco, amigos de amigos nos fueron acercando.Ese día, él entró convencido y lleno de valor a mi oficina, me invitó a ver un partido y a tomar unas polas, y pensé ¿por qué no? Pero el plan inicial se fue al carajo, y terminamos en su apartamento.  

La tarde se fue entre pola y pola, pero el ambiente se sentía pesado entre nosotros y el deseo sexual se podía oler a metros.

- No, no, no. No mujer, piénsalo bien. Si esto sale mal, las cosas se van a volver incómodas para ambos - me decía a mí misma, pero mi cuerpo pensaba diferente a mi.

Nos recostamos en el sofá, mientras la televisión hacía eco en nuestro silencio. Me miro. Lo miré. Nos miramos.

Él, muy sutilmente comenzó a toquetear mis piernas descubiertas por el vestido que traía; mientras mi respiración se volvía poco a poco más irregular.  

Su otra mano rozaba mis brazos, luego mi cuello, y bajaba... Metió su mano en el escote del vestido y tocaba sin nerviosismo alguno mis tetas, apretaba, estrujaba, estiraba, amasaba... Perdí toda la voluntad sin oposición alguna.

Nos levantamos y nos metimos al cuarto. Encendió la televisión, se recostó en el borde izquierdo, llevándome con sigo y acomodándome en su pecho.

- Ayúdame con ésto. - se metió la mano en su pantalón y se sacó la verga. Yo, ni corta ni perezosa, ya caliente y preparaba, me lancé y comencé a masturbarlo.

Él cerraba sus ojos, de vez en cuando me besaba. Me incliné sobre él y posé mi boca en la cabeza de su miembro, lo acaricié con mi lengua y como una guarrilla, alcé la mirada y le dedique una sonrisa pícara. El respiraba con dificultad, posó su mano en mi cabeza y me instaba a seguir. Agarré la base del pene en mis manos y comencé a darle lametazos, aquí y allá, mientras el gemía de placer. Masajeé sus testículos y me metí su miembro hasta el fondo de mi garganta. Él, sorprendido, abrió los ojos y me clavó las caderas, impidiéndome retirarme. 

Tras un rato de follarse mi boca, él me alzó, me piso sobre él, me corrió el calzón, y sin pedir permiso, me empotró. Era muy ancho y me costó adaptarme, el no daba tregua. 

Me agarré de sus brazos, aún cubiertos por la camisa y me acoplé poco a poco. Nos besamos, gemimos, nos miramos... Así estuvimos un buen rato hasta que decidió de manera abrupta, ponerme a cuatro patas. Me sentía tan llena, tan sometida... De la nada, de mi salió una voz que le pedía a él que me nalgueara. Él, sin dudarlo por un momento, comenzó a darme palmadas en las nalgas, la otra más fuerte que la anterior. Pero la dicha no duró mucho más, en poco tiempo eyaculó y la faena terminó.  

- Jueputa, en que te metiste mujer.-me reprendía a mi misma. Sin pensarlo dos veces, recogí la poca dignidad que aún me quedaba junto con mi ropa, me vista y sin darle tiempo para decir algo, me pare en el umbral de la puerta de la habitación. 

- Ve, ya me tengo ir, hablamos el lunes.

Huitaca.m
Todos los derechos reservados 2020
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar