Relato 2
Relato 2
Por: Huitaca.m
Lo conocí en la oficina. Nunca habíamos cruzado palabras, pero siempre que coincidimos en los corredores nos saludábamos con la mirada. Poco a poco, amigos de amigos nos fueron acercando.Ese día, él entró convencido y lleno de valor a mi oficina, me invitó a ver un partido y a tomar unas polas, y pensé ¿por qué no? Pero el plan inicial se fue al carajo, y terminamos en su apartamento.
La tarde se fue entre pola y pola, pero el ambiente se sentía pesado entre nosotros y el deseo sexual se podía oler a metros.
- No, no, no. No mujer, piénsalo bien. Si esto sale mal, las cosas se van a volver incómodas para ambos - me decía a mí misma, pero mi cuerpo pensaba diferente a mi.
Nos recostamos en el sofá, mientras la televisión hacía eco en nuestro silencio. Me miro. Lo miré. Nos miramos.
Él, muy sutilmente comenzó a toquetear mis piernas descubiertas por el vestido que traía; mientras mi respiración se volvía poco a poco más irregular.
Su otra mano rozaba mis brazos, luego mi cuello, y bajaba... Metió su mano en el escote del vestido y tocaba sin nerviosismo alguno mis tetas, apretaba, estrujaba, estiraba, amasaba... Perdí toda la voluntad sin oposición alguna.
Nos levantamos y nos metimos al cuarto. Encendió la televisión, se recostó en el borde izquierdo, llevándome con sigo y acomodándome en su pecho.
- Ayúdame con ésto. - se metió la mano en su pantalón y se sacó la verga. Yo, ni corta ni perezosa, ya caliente y preparaba, me lancé y comencé a masturbarlo.
Él cerraba sus ojos, de vez en cuando me besaba. Me incliné sobre él y posé mi boca en la cabeza de su miembro, lo acaricié con mi lengua y como una guarrilla, alcé la mirada y le dedique una sonrisa pícara. El respiraba con dificultad, posó su mano en mi cabeza y me instaba a seguir. Agarré la base del pene en mis manos y comencé a darle lametazos, aquí y allá, mientras el gemía de placer. Masajeé sus testículos y me metí su miembro hasta el fondo de mi garganta. Él, sorprendido, abrió los ojos y me clavó las caderas, impidiéndome retirarme.
Tras un rato de follarse mi boca, él me alzó, me piso sobre él, me corrió el calzón, y sin pedir permiso, me empotró. Era muy ancho y me costó adaptarme, el no daba tregua.
Me agarré de sus brazos, aún cubiertos por la camisa y me acoplé poco a poco. Nos besamos, gemimos, nos miramos... Así estuvimos un buen rato hasta que decidió de manera abrupta, ponerme a cuatro patas. Me sentía tan llena, tan sometida... De la nada, de mi salió una voz que le pedía a él que me nalgueara. Él, sin dudarlo por un momento, comenzó a darme palmadas en las nalgas, la otra más fuerte que la anterior. Pero la dicha no duró mucho más, en poco tiempo eyaculó y la faena terminó.
- Jueputa, en que te metiste mujer.-me reprendía a mi misma. Sin pensarlo dos veces, recogí la poca dignidad que aún me quedaba junto con mi ropa, me vista y sin darle tiempo para decir algo, me pare en el umbral de la puerta de la habitación.
- Ve, ya me tengo ir, hablamos el lunes.